Docencia y guerra: la figura del docente corresponsal
En la mayoría de los casos, ser docente hoy quiere decir, ya
de por sí, estar metido en mil guerras: la guerra por la atención, la guerra
por los contenidos, la guerra social que se traslada o repercute en el aula, la
guerra en o contra las instituciones...
El desafío entonces es hacer devenir ese docente (quiera o no
un combatiente) en un corresponsal de esas guerras (generalmente asimétricas)
con múltiples frentes. Más aún, no solo volverlo un corresponsal, sino también
un cartógrafo, un investigador, un explorador de las potencias, de las
preguntas y tensiones vitales, de las posibles resistencias. Es decir, en un estratega.
Es difícil distinguir una guerra de una posguerra. O, dicho de
otra forma, el escenario de posguerra (territorio “arrasado”, roles
desfondados, instituciones mutadas) es el paisaje de la guerra en curso (una
guerra sin premios ni bandos claros).
El docente como corresponsal de guerra entonces (ni hablar que
un estratega) debe afinar la intuición, la mirada, el olfato. Saber pararse,
aprender a poner el cuerpo de determinada manera, y sobre todo, entrenar la
capacidad del ver qué onda.