Somos nosotros (una ciudad).
Somos una ciudad, dijo el Indio en el recital de Mendoza, está vez trasladada a Entre Ríos. Una ciudad
itinerante, moviente, de campaña (se
desarma y se vuelve a armar), una ciudad de diseño utópico que fue pensada para
que la habiten y la celebren los humanos (cuando no lo son tanto), una ciudad
con una de las tasas de concentración demográfica más elevadas que se puedan
encontrar, una ciudad dentro de otra; Gualeguaychú tiene 90 mil habitantes, la copamos casi el doble de ricoteros. Con
el axioma hospitalario de siempre, nos apretamos pero entramos todos, realmente
se trata de un devenir-ciudad, somos
nosotros. Mas que bienvenidas a las multitudes ricoteras, las ciudades ceden
para ser anexadas al territorio del Rey Patricio.
En
estos años de recitales a escala no-humana (hipódromos, autódromos) es posible
imaginarse que una toma cenital mostraría diferentes formas movientes, como si de
las líneas del desierto de Nazca se
tratase.
Están
los que llegan en auto, en combis, a dedo, en micros (las empresas de
transporte ya se apiolaron, es más común ver distintas empresas -Chevallier, Plusmar- donde antes solo se
veía a un precario micro sin nombre). Y si somos una ciudad, no podemos darnos
solo un recital, el del Indio será el corolario de los cientos o miles que se
sucedieron durante toda la jornada: en la previa que arranca en la madrugada
del viernes, en los embriagados micros, en los campings, en los asados, en las
esquinas…Todos cantan y bailan, tan solo –pero tan igualmente necesaria- es la
excusa del recital en el hipódromo. Esta fiesta, esta magnitud es nuestra, pero
sin los pocos y mágicos cuerpos que la siguen convocando esporádicamente desde arriba es probable que no la
podamos continuar… (Queda como siempre hecha la promesa).