martes, 22 de abril de 2014

La gran ranchada







Somos nosotros (una ciudad).

Somos una ciudad, dijo el Indio en el recital de Mendoza,  está vez trasladada a Entre Ríos. Una ciudad itinerante, moviente, de campaña (se desarma y se vuelve a armar), una ciudad de diseño utópico que fue pensada para que la habiten y la celebren los humanos (cuando no lo son tanto), una ciudad con una de las tasas de concentración demográfica más elevadas que se puedan encontrar, una ciudad dentro de otra; Gualeguaychú tiene 90 mil habitantes, la copamos casi el doble de ricoteros. Con el axioma hospitalario de siempre, nos apretamos pero entramos todos, realmente se trata de un devenir-ciudad, somos nosotros. Mas que bienvenidas a las multitudes ricoteras, las ciudades ceden para ser anexadas al territorio del Rey Patricio.       

En estos años de recitales a escala no-humana (hipódromos, autódromos) es posible imaginarse que una toma cenital mostraría diferentes formas movientes, como si de las líneas del desierto de Nazca se tratase.

Están los que llegan en auto, en combis, a dedo, en micros (las empresas de transporte ya se apiolaron, es más común ver distintas empresas -Chevallier, Plusmar- donde antes solo se veía a un precario micro sin nombre). Y si somos una ciudad, no podemos darnos solo un recital, el del Indio será el corolario de los cientos o miles que se sucedieron durante toda la jornada: en la previa que arranca en la madrugada del viernes, en los embriagados micros, en los campings, en los asados, en las esquinas…Todos cantan y bailan, tan solo –pero tan igualmente necesaria- es la excusa del recital en el hipódromo. Esta fiesta, esta magnitud es nuestra, pero sin los pocos y mágicos cuerpos que la siguen convocando esporádicamente desde arriba es probable que no la podamos continuar… (Queda como siempre hecha la promesa).