jueves, 22 de septiembre de 2011

Ciudad, signos, colisiones: mínimas reflexiones a una semana del accidente en la estación de Flores.



Serían las siete y monedas. Repasaba con la vista perdida las tapas de los diarios cuando el viejo del puesto le dice a una mina que preguntó algo: “Hubo un accidente, en Flores, chocó el tren con un colectivo” (se muerde los labios, cierra los ojos).

Hace más de 10 años que viajo en tren todos los días, y vos que también viajas o no, pero conocés a otros que si, sabemos de la precariedad que nos toca transitar: esperar y esperar trenes que no vienen; estar arriba, andando, pero el tren se para y se queda así un rato largo; detenidos en alguna estación, mientras se cierran las puertas para arrancar, se  escucha un murmullo fritado por los altoparlantes: se hizo rápido y vamos a tener que seguir de largo, bajarnos donde pare y después volver para atrás; el tercer riel desnudo, sin tapar, con pibes que murieron electrificados por pisar ahí; y así mucho más….

Una precariedad fruto de la lógica mercantil del palo y a la bolsa, del si pasa, pasa, en pos de maximizar ganancias. Pero ¿la precariedad es sólo un problema económico? ¿No tiene que ver con un escenario de cuerpos diseminados, que circulan en sentidos diversos, cada uno con su propio chip? Al mismo tiempo hay algo igualador, un férreo canon: cada uno va a trabajar, estudiar, comprarse algo, divertirse, pero con su si mismo como centro del mundo…

domingo, 18 de septiembre de 2011

Riquelme está feliz

Algunos comentarios al voleo sobre la modelación social de nuestros afectos y el imperativo de la alegría a partir de la publicidad “Riquelme está feliz” (Anunciante Pepsico, Agencia Sinus Publicidad, Argentina, 2011).


Un Román con cara de orto declara “estoy felí, hemos ganado” o "estamos felices, el equipo hoy ha jugado muy bien”. Alta contradicción entre lo dicho y el semblante. A todo esto, un día llegó una publicidad; todos la vimos, todos la conocemos: el spot nos muestra a un Román contento, casi eufórico, con aires de Travolta en un boliche caretón (“ahora si que Riquelme esta feliz” nos dicen).

No hay nada nuevo. “El Riquelme está feliz” es un enunciado gracioso que ya venia yirando por varios recovecos urbanos: en aulas escolares; en el pasamos que se arma para bajar ladrillos de un camión; mails y mensajitos de texto entre amigos; tribunas; imitaciones en programas radiales y televisivos; cada vez que Boca pierde Eduardo, un compañero de laburo gallina, viene y me tira: “y Andresito, que pasó con tristelme…”.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Sobre el Vende Humo

Algunas ideas sueltas sobre la mentira a partir del capitulo de los Simpsons “Marge contra el Monorriel” (Cuarta Temporada, Episodio 23, E.E.U.U, 1993).


El señor Burns es multado con 3 millones de dólares y los ciudadanos de Springfield se reúnen para debatir sobre la inversión de ese dinero. Marge propone reparar la avenida principal de la ciudad y parece que su iniciativa gana en adeptos. Pero irrumpe un tipo en la reunión, Lyle Lanley, que propone que Springfield tenga su monorriel. Presentando su plan con canciones y respuestas ingeniosas ante cualquier pregunta, su idea seduce a los habitantes y se pone en marcha. Pero resulta que el proyecto es una farsa: el tren es un cachivache y el mismo día de su inauguración, con Homero como maquinista, Lyle Lanley se fuga de la ciudad con valijas que desbordan de billetes. ¿Que diríamos nosotros?: un vende humo. ¿Cuantas veces escuchamos y decimos “Está vendiendo humo”? Si bien todos vendemos humo, hay especialistas, personas donde esta figura está más encarnada que en otras. Vender humo es una manera de mentir –o por lo menos de exagerar- a la cual le damos una connotación despectiva: es un careta. Pero antes de censurar de toque al vende humo, echemos una ojeada a su naturaleza como mecánica social: me pregunto, les pregunto ¿Qué es vender humo? Para empezar, podemos decir esto: es alguien que vende ¿Y qué vende? Humo.